domingo, 9 de agosto de 2009

Levemente Difuso

No sé si guardar silencio es mejor que gritar. Un grito fuerte de esos que vienen del interior de uno mismo, de la boca del estómago, un sonido casi estridente, con la vociferación de algo horrible, de una verdad que todos saben, pero que nadie quiere escuchar.
A veces, muy de vez en cuando es mejor gritarlo todo, escupir las palabras al viento que parece ser sordo, no espero respuesta alguna; quizá alguna vez desee reclamarle al silencio la respuesta que me ha negado por tanto tiempo, esa obviedad que a una la obliga a quedarse impávida ante la inmovilidad de las palabras que se niegan a servir de explicación, más aún cuando termino por aceptarlo y no cuestionar nada.
Acto y consecuencia así le llaman, por eso primero pienso y luego existo (y dejo la cagá, algunas veces sólo).

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